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En el país de
los indignados, no sólo los jóvenes salen a la calle. Los Iaioflautas, un grupo
de jubilados que ya habían militado contra el franquismo, se organizaron para protestar
contra las clases política y financiera.
Llaman la atención
porque son un colectivo de gente mayor combativa, que no está dispuesta a
conformarse con la situación actual en España. “Nuestro principal objetivo
es que nuestros hijos y nietos no hereden una sociedad peor que la que
heredamos nosotros”, explica Francisco González. Con sus 60 años, es
responsable de Comunicación de los iaioflautas. Este movimiento, como se
definen ellos, nació en Barcelona en octubre de 2011 a raíz de la crisis y de otro
movimiento, el 15M, con el cual comparten los reclamos por un Estado de
Bienestar que proteja a los ciudadanos –con más oportunidades laborales, más
justicia social, una democracia más participativa– y que rechazan la corrupción
de la clase política y financiera y las complicidades entre ambas. “Somos la
parte senior del 15M”, resume Francisco, y aclara que a diferencia de otros
movimientos seniors “nosotros no tenemos reivindicaciones propias por ser
personas mayores”.
El nombre lo decidieron
después de que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre,
empleara de forma despectiva el término “perroflautas” para referirse a
los indignados. En España se denomina de esa manera a los jóvenes que van con
sus perros, con o sin flauta, con cierto estilo hippie. Y “iaio”
en catalán o “yayo” en español se usa para hablar de los abuelos. Pero
Aguirre se equivocaba si pensaba que el malestar era sólo de unos pocos. En un
país con más de cinco millones de desocupados y en el que la clase política aplica
una severa austeridad pese a las crecientes desigualdades sociales, la
indignación es un sentimiento común a la mayoría de ciudadanos de cualquier
edad o sector.
La mayoría son jubilados
de más de 60 años que lucharon durante la dictadura a favor de los derechos
sociales que ahora ven peligrar de nuevo. “Estamos dando pasos atrás en el
aborto, la represión, o con medidas como que la resistencia pacífica sea
considerada delito”, explica Francisco en referencia a una de las reformas
decididas por el Ejecutivo. Y advierte: “Seguiremos resistiendo”.
Celestino Sánchez, otro
de los miembros fundadores, detalla cómo actúan: “Hacemos
desobediencia civil sin violencia: ocupaciones en protesta por los recortes en
bancos, agencias de calificación, la sede de la patronal catalana, etc.”. Se
reúnen en asamblea una vez al mes y ahí se deciden las acciones que van a
realizar en lugares que no develan públicamente con anticipación para evitar
que la policía llegue antes y les impida entrar. Los métodos clandestinos, como
tantas otras cosas, los aprendieron durante el franquismo y su experiencia es
el legado que quieren transmitir a los más jóvenes pese a que el contexto ha
cambiado: “Cuando estaba Franco yo sabía contra quién protestar, ahora no lo
sé… ¿Contra el riesgo país?”, dice María Molina, también del grupo
coordinador.
En las marchas no pasan
desapercibidos: suelen montar un cortejo con música y van bailando con
pancartas y megáfonos en alto. Para comprar el material recaudan dinero
vendiendo pines y bocadillos. El movimiento está dotado de varias comisiones:
financiera, de organización, de prensa, de comunicación. Pero manteniendo una
estructura horizontal, sin jerarquías. Antonia Jover, otra iaioflauta, nota
cómo se ha incrementado su trabajo a medida que crece el grupo: “Me había
anotado a inglés y varias cosas pero he tenido que dejarlo”. Para entrar a
formar parte de este colectivo no se requiere de ningún requisito específico y
aunque no tienen sede fí-sica, se los puede contactar a través de un mensaje en
su web.
FUTURO
El reciente préstamo de
la Unión Europea a la banca española calculado en 100.000 millones de euros,
con la consecuente pérdida de soberanía que eso supone para el país, ha
acentuado la creencia de que el poder cada vez pertenece más a las élites
financieras. “Con las bajadas de sueldo, la subida del precio de agua, gas,
luz, transporte y gasolina nuestros ahorros y salarios han disminuido y el
corralito ya es una realidad para miles de personas, la mayoría jubilados a
través de las cuentas preferentes”, cuenta Celestino. A María le preocupa
perder sus ahorros: “Sobre todo por mi futuro, cuando no pueda mantenerme
por mí sola no quiero ser una carga para mis hijas. Una residencia cuesta, de
media, 2.300 euros al mes y mi pensión es de 1.100”.
Por eso las entidades
bancarias como Bankia, que fue intervenida por el Estado, o la alemana Deutsche
Bank, son los lugares que ocupan más a menudo. Una vez allí, se colocan sus
característicos chalecos amarillos y piden hablar con el director. No siempre
lo consiguen, pero cuando acceden a él le entregan un manifiesto que nunca
tiene respuesta. La policía, por su parte, les ordena que desalojen, pero ellos
no obedecen. “La policía es joven: no saben qué hacer ante alguien de 80 y
pico de años. Si lo agredieran tendrían que responder ante sus nietos e hijos y
los medios de comunicación”, asegura Francisco, antiguo trabajador del
banco BBVA.
Los centros sanitarios
también son uno de sus objetivos, ya que pertenecen a un sector especialmente
afectado por los ajustes. “Están cerrando plantas y en urgencias no te dan
ni agua mientras esperas, aunque pasen diez horas”, afirma María, quien
trabajó toda su vida como auxiliar técnica sanitaria. Los iaioflautas también
se congregan para evitar desalojos porque según apunta Antonia, “la
Constitución establece que todos los ciudadanos tenemos derecho a una vivienda
y las autoridades no lo están cumpliendo”. Todas sus acciones las difunden
a través de su web y redes sociales como Twitter, donde tienen cerca de 16 mil
seguidores. Y es que a pesar de su edad aprovechan los beneficios de las nuevas
tecnologías, aunque reconocen que la utilización de internet les ha obligado a
hacer cursos para aprender y pedir ayuda a los jóvenes del 15M.
EL MOVIMIENTO CRECE
Antonia recuerda que
todo empezó el año pasado, cuando cinco amigos se reunieron a comer en un
restaurante chino y hablando de cómo estaban las cosas decidieron llamar a
amigos “con conciencia social”. “Fuimos 15 los que ocupamos el banco
Santander para mostrar nuestra indignación por las ayudas a la banca. Nos
conocíamos de la lucha durante la época franquista”.
En los últimos meses se
han coordinado con sus pares del resto de España e incluso de Alemania, y ya
suman de a cientos. “El fenómeno y la participación tan masiva son algo
nuevo y también la expresión de que las personas de nuestra edad no aceptamos
el papel pasivo que se nos atribuye socialmente”, añade Celestino. “Sólo
un 1% por ciento sigue teniendo poder de decisión, al otro 99 por ciento se nos
quiere jubilar de todo y para todo”. María se muestra confiada sobre el
futuro del movimiento: “Venimos de muy lejos y queremos llegar muy lejos. Ya
no tenemos miedo”.
Publicado en la revista
argentina Tercer Sector nº 87 Julio-Agosto 2012